Requiem por un cineclub
Es fácil comenzar un comentario apoyándose en la nostalgia. Quiero decir: señalando lo buenos que eran esos otros tiempos que a uno le tocó vivir. Es un lugar común. Pero los lugares comunes tienen su propia sabiduría. Y en este caso, más allá de aquello de que tiempos pasados siempre fueron mejores, aplica perfecto. Por que ¿qué ha pasado con los cineclubes? Durante mis primeros años de bachillerato eran la alternativa perfecta para el escape. Baratos y con una programación más que decente. Por ejemplo el Cinematógrafo del Chopo. Carajo, ahí vi la obra completa de Jodorowsky, de Allen, de Fassbinder. Ahí vi por primera vez El día de la bestia, Bad taste, Rumblefish, Lolita. Ahora la entrada cuesta lo mismo que la de un Cinemex... y si consideramos la calidad de la sala, pantalla, sonido... y sobre todo de las pelícuas exhibidas. Mejor un Cinemex. Al menos ahí no me venden la ilusión de estar viendo lo mejor del cine mundial.
Sobre la Cineteca Nacional... juro que hubo una época en que no era el refugio de yuppies bebedores de capuchinos y que discuten en voz muuuy alta sobre Michael Moore, Bukowsky, Nietszche, Lacan (you name it), el desafuero del Peje, o el último titular de La Jornada. Ahí vi joyas como La haine; The cook, the thief his wife and her lover; Videodrome; Wild at heart... y un chingo de cine europeo de ese aburrido pero supuestamente muuuy culto y que había que ver. No voy a decir que la Cineteca ya no es una alternativa. Pero ya no es LA ALTERNATIVA. Cuando te programan los estrenos de hace uno o dos años, y te los sirven como pretexto de una retrospectiva... bue... ni qué decir. Con los precios es lo mismo que en el Chopo, no hay diferencia con un boleto de Cinemex. Y lo repito, el Cinemex estará lleno de gente que fue a ver un estreno o a entretenerse, cosa muy distinta a ir a ver una película; pero eso sí, olvidate de las conversaciones pretenciosas y las poses de intelectualoide cinefilo que abundan en la Cineteca.
Llama la tención que la mejor alternativa para ver cine sean los cineclubes pequeñitos, esos de los intragables maratones (intragables porque hay que ser un martir para aguantar de las 9 de la noche a las 6 de la mañana en el José Martí, sentado en bancas incomodísimas, con un frío de pocamadre), las proyecciones independientes en los cineclubs de algunas facultades de la UNAM (mención especial para el cine club de ciencias, quizá el mejor de todos), y, sobre todo... la piratería. Así es. Y qué triste que así sea. Por que la frase esa de El cine se ve mejor en el cine es tan cierta como amargo mi café.
Lo cierto es que cada vez más cinéfilos y cineros hemos cambiado el circuito de cineclubs por el circuito de piratería de la ciudad. Adiós a las salas pequeñitas con menos de 10 espectadores que acudían a ver Eraserhead. Si quieres ver Ichi the killer (de hecho, cualquiera de Takashi Miike); Casshern; Aragami; Versus; Zatoichi; Lucky; Donnie Darko; Undead; May; Romasanta; Intacto; 800 balas... olvidate de los cineclubs y corre a Eje central o a Tepito.
Sobre la Cineteca Nacional... juro que hubo una época en que no era el refugio de yuppies bebedores de capuchinos y que discuten en voz muuuy alta sobre Michael Moore, Bukowsky, Nietszche, Lacan (you name it), el desafuero del Peje, o el último titular de La Jornada. Ahí vi joyas como La haine; The cook, the thief his wife and her lover; Videodrome; Wild at heart... y un chingo de cine europeo de ese aburrido pero supuestamente muuuy culto y que había que ver. No voy a decir que la Cineteca ya no es una alternativa. Pero ya no es LA ALTERNATIVA. Cuando te programan los estrenos de hace uno o dos años, y te los sirven como pretexto de una retrospectiva... bue... ni qué decir. Con los precios es lo mismo que en el Chopo, no hay diferencia con un boleto de Cinemex. Y lo repito, el Cinemex estará lleno de gente que fue a ver un estreno o a entretenerse, cosa muy distinta a ir a ver una película; pero eso sí, olvidate de las conversaciones pretenciosas y las poses de intelectualoide cinefilo que abundan en la Cineteca.
Llama la tención que la mejor alternativa para ver cine sean los cineclubes pequeñitos, esos de los intragables maratones (intragables porque hay que ser un martir para aguantar de las 9 de la noche a las 6 de la mañana en el José Martí, sentado en bancas incomodísimas, con un frío de pocamadre), las proyecciones independientes en los cineclubs de algunas facultades de la UNAM (mención especial para el cine club de ciencias, quizá el mejor de todos), y, sobre todo... la piratería. Así es. Y qué triste que así sea. Por que la frase esa de El cine se ve mejor en el cine es tan cierta como amargo mi café.
Lo cierto es que cada vez más cinéfilos y cineros hemos cambiado el circuito de cineclubs por el circuito de piratería de la ciudad. Adiós a las salas pequeñitas con menos de 10 espectadores que acudían a ver Eraserhead. Si quieres ver Ichi the killer (de hecho, cualquiera de Takashi Miike); Casshern; Aragami; Versus; Zatoichi; Lucky; Donnie Darko; Undead; May; Romasanta; Intacto; 800 balas... olvidate de los cineclubs y corre a Eje central o a Tepito.
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