Fumar mata

Sí, lo sé. No en vano he sido espectador de tantas campañas publicitarias al respecto, no en vano he conocido gente que ha plantado con rigor una flor negra en sus pulmones. Yo mismo abandoné el tabaco, salvo uno que otro solitario cigarro en alguna fiesta, hace más de 8 años. Así que puedo dar fe de la mejoría que experimentas luego de un mes sin fumar. Y no sólo te sientes mejor, se gasta menos, tu ropa y tu casa dejan de apestar a chacuaco, tus dedos vuelven a su color original, cuando vas a besar a alguien ya no tienes qué preocuparte por tu halitósis. Etecétera. Ah, pero hace 4 meses comencé de nuevo. Once a smoker, always a smoker. You never really quit. Mi consumo aún es moderado, una cajetilla de Delicados me dura casi una semana, e incluso hay días en que no prendo uno sólo. Pero fumar mata, y eso no se me olvida. De hecho podría decir que esa es mi motivación principal. Deathwish. Cuando me acomete la ira, el enojo, la preocupación, o algún otro de esos bichos que suele posarse en mi cabeza, lo primero que se me ocurre es respirar humo. Suicidio a plazos, envuelto en delgados cilindros de papel arroz. Y recuerdo entonces un ensayo de Sabater sobre las drogas, aquel de las consideraciones éticas (éticas, no etílicas), donde se dice entre otras cosas que si bien el alcoholismo ha matado a miles, también un par de copas en el momento oportuno han salvado la vida a otros tantos miles. Así que aplico el simil al tabaco, enciendo un pitillo, pienso en la posible flor negra que se fermenta en mis pulmones, y en aquello que estoy matando en mi.