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lunes, agosto 18, 2008

Tírale otra vez, mi Jerry

No es fácil cambiar de casa, encontrar la que mejor ajuste a tus posibilidades económicas y de movilidad. Al menos así ha sido para mí, que ya tengo bastante experiencia en mudanzas (6 en los últimos 9 años). Cuando no te piden rentas estratosféricas, con el pretexto de la ubicación (tengo conocidos que pagan hasta el doble de lo que yo pago por departamentos la mitad de pequeños, sólo por el placer de vivir en la Roma o la Portales), salen con que es indispensable tener fiador con propiedades en el D.F., cosa que para mí, cuya familia vive en Guadalajara, resulta casi imposible -luego me enteré de los prestanombres y santa solución.

Pero ojalá esa fuera toda la problematica. Alguien dijo, de seguro pensando en sus vecinos, que El infierno son los otros. No se equivocaba.

Cuando llegué al departamento que hoy habito me sentí razonablemente feliz. Por dentro el edificio lucía muy bien, tranquilo, hasta íntimo. El departamento casi nuevo, fue construido hace 3 años, además de tener una recámara más que mi anterior depa (Al fin voy a tener mi biblioteca, pensé cual buen snob) Y aunque el barrio no es nada nice, tampoco me pareció para tener miedo. Por supuesto, me equivoqué.

Las primeras señales de mi error no tardaron en mostrarse, y justo en el departamento de al lado: de una a dos borracheras por semana, con música y cantos a todo volúmen. Normal, diran ustedes: de seguro ahí vive uno de esos miles de adolescentes treintañeros tan característicos de mi generación. Pero no, quienes viven ahí son una pareja ya mayorcita y su hijo, un homosexual cuarentón que trabaja en la cía de luz y fuerza y "adora" las canciones de José José. Son ellos los escandalosos... sí, los 3. Es posible escuchar al hijo, con su amanerada y estruendosa voz, animar a sus padres a bailar tal o cual canción. Queee bonita familia, diría Pompín Iglesias. Los vecinos del primer piso no se quedan atrás: noches de bohemia cada viernes y sábado: guitarras desafinadas, gritos de emoción etílica y uno que otro vidrio roto (¿vasos, botellas, ventanas?).

Claro, no dudé en hablar con el casero y reclamarle. Yo sé que no es tu culpa, le dije, pero tú me comentaste que aquí todo era bien tranquilo. Pues que yo sepa sí, contestó el pendejo. Además yo no puedo responder por lo que suceda cruzando la puerta. Ok, ok. Así que a esas vamos, pensé. Y así quedó todo por unos días.

Entonces, tres semanas después del cambio de casa, sucedió el primer incidente serio: una balacera, a menos de dos cuadras, durante la madrugada. Por la ventana vi llegar 2 camionetas panel de la AFI, de las que salieron varios uniformados con pasamontañas. La vista desde mi ventana me impidió ver más, aunque ni de chiste se me hubiera ocurrido salir a ver qué pasaba. Un par de días después, camiones de la Delegación Miguel Hidalgo (Lugar de juegos de la Delegada popis Gabriela Cuevas -sí, la misma mentirosa que afirma que en su demarcación hay 2 policías por manzana-) llegaron a desmantelar las casas de madera y lámina de los paracaidistas que invadieron un terreno destinado a la futura construcción de un conjunto habitacional. De ahí, se supone, salieron los balazos.

La siguiente señal vino algunas semanas después: en el parque frente a la iglesia, llamado eufemísticamente Plazuela, amaneció un indigente muerto. Sentado sobre una banca, al lado de los juegos infantiles. Algunas señoras que habían salido por la leche a la Conasupo fueron las primeras en darse cuenta y llamaron una patrulla para que recogiese el cuerpo. Todo esto lo pude atestiguar esperando el microbús rumbo al metro San Joaquín.

Claro, mientras esto sucedía las boogie nights de mis vecinos continuaban. Cierto día me desesperé y en venganza puse un disco de Ministry (el de NWO) a todo volúmen. Era la 1 de la mañana. A ver de qué cuero salen más correas, me dije, de Vicente Fernández o de Al Jurgensen. 30 minutos más tarde fui yo el que se cansó. Apagué el estereo y me fui a dormir con dolor de cabeza.

Pero la gota que derramó el vaso sucedió hace dos semanas. Antes de decirles en qué consistió tal derrame hace falta un antecedente: vivo a un costado de Lomas de Sotelo. Sí, frente a la AFI, y junto a varias unidades habitacionales de milicos -el campo militar queda a 5 minutos. Razón por la que pensé que la zona sería "segura". No tuve en cuenta que no hay quién vigile a los vigilantes, que mucha de la impunidad y violencia que vive el país nace y se nutre en ese asqueroso caldo de cultivo. Y la noche en que cierto vecino, agente de la AFI by the way, llevó a sus amigos a su departamento, ubicado tres pisos abajo del mío, y, ya alcoholizados y con la nariz bien empolvada, salieron a tirar balazos al cielo en honor a Laputaquelosparió. Ningún vecino salió siquiera a asomarse, nadie encendió sus luces, todos escuchamos los gritos: "Otra vez, mi Jerry, tírale otra vez".

El "administrador" del edificio, dos días después convocó a una junta para recopilar firmas y meter una denuncia contra Jerry... ja! Fatuo. Ignoro el resultado de la junta, aunque imagino un quorum de 3 a 4 vecinos. El resto, que como yo seguramente renta, y que no ve caso en exponerse a represalias, prefirió no salir de sus casas y encerrarse a ver TV.

Claro, desde entonces 3 familias se han mudado del edificio. Y anticipo más aún. Nadie tiene interés en saber de primera mano lo que es una bala perdida. De hecho, veo, en mi futuro cercano, un nuevo cambio de casa. Ya veremos con qué nuevo infierno me encuentro allí.

pd.- saluditos fresas a Gaby Cuevas, veees?