Laberintos (updated)
Desde hace casi 2 años surto mi despensa en Tepito. Hasta el pasado viernes nunca tuve contratiempos. Ni me habían taloneado, ni robado, tampoco me han agarrado agentes o cosas por el estilo. Todo eran anécdotas de amigos que me decían: cuidado, mejor ya no vayas, consigue otro proveedor. Yo, confiado en mi suerte, no hice caso. Esta vez tuve la mejor prueba de que he hecho bien al confiar en mi suerte, pero también de que no debo seguir poniéndola a prueba.
El viernes, como en otras ocasiones, esperé a la hora de la comida para ir a Tepis -a esa hora hay pocos polis y muchos marchantes. Al entrar en la calle de Jesús Carranza vi varios tipos sospechosos a lo largo de la calle, ahí: nomás milando. Supuse que serían ratas. Nada nuevo, nada que me hiciera preocupar. Al entrar a la vecindad noté poco poblado el ambiente. Mala señal, pensé. Mi díler estaba solo. Otra mala señal. Me atendió como de costumbre, rápido, amablemente y bien servido. Pero me dijo:
-Aguas, mi cuate, el barrio anda medio cachondón -accionó su radio Motorola y preguntó:
-Puerta ¿cómo está todo allá afuera?
-Caliente.
Sentí un cubetazo de agua helada. Ya valió madres, pensé.
-¿Por dónde puede salir mi cliente?
-Qué salga por Aztecas, o por atrás.
-Mira -me dijo el díler- si entraste por Carranza ya te vieron y te van a esperar. Ahorita que salgas te vas por ese pasillo y cuando llegues al final agarras para la izquierda, por ahí sales.
Yo no entendí ni madres, además de que la sugerencia no me hizo sentir más seguro, por el contrario, la idea de adentrarme en las tripas de la vecindad me erizó los pelos. Y supongo que fue notorio, porque el díler añadió:
-No, es mucho pancho. Mejor vete por aquí derecho, hasta llegar a esa casa azul, ahí das un varo y te dejan pasar. Vas a salir por otro lado.
Di las gracias y salí, con los huevos en la garganta y mi despensa en los huevos. Caminé hasta la casa azul y no vi señal de por dónde tenía que entrar. Una chava me vió y me dijo: por aquí. Estiró la mano y yo puse un peso en ella. Frente a mí tuve un pasillo largo que terminaba en una puerta de reja. Al final, y tras la puerta me esperaba la parte trasera de un billar. Nadie me miró raro. Nadie se sorprendió de verme salir por allí. Crucé entre las mesas de billar y los escasos jugadores y alcancé la calle.
Supongo que nunca antes me pareció más siniestro el barrio. Me parecía ver policías en todos lados. De seguro me vieron salir, pensé. Me pusieron el dedo, pensé. Si yo sé de las salidas "secretas" de Tepito, seguro que la policía también las conoce. Paranóico seguí andando, tenía que comprar algo: un par de dvd's, algún pantalón o playera. No podía salir con las manos vacías. Muy sospechoso, me dije. Compré, por no dejar, un cinturón, Freddy VS Jason, League of extraordinary gentlemens, Requiem for a dream, y Reservoir dogs, en dvd pirata. Y supongo que estaba tan preocupado que no me fijé por dónde me metía. Hubo un momento en que ya no reconocí los pasillos y comencé a angustiarme. ¿Preguntar por dónde salía al centro? ¿En Tepito? ¿Demostrar que no conozco bien el barrio? Seguí andando, angustiado, con la esperanza de encontrar en algún momento una referencia que me permitiera salir de allí. Al no ver ninguna decidí seguir el flujo de la gente. Mientras no me aparte del flujo no pasa nada, me decía, nervioso, deteniendome a preguntar de cuando en cuando si alguien tenía la segunda temporada de Twin peaks. Caminé casi media hora y al fin distinguí una avenida por donde pasaban combis. Nunca antes me pareció tan amable la visión de una combi. Procurando verme no sospechoso subí a la primera que pasó, a dónde iba era lo de menos, lo de más era salir de allí. Ya en mi lugar me sentí seguro. Reparé de nuevo en el bulto que llevaba bajo el bulto entre mis piernas. ¿Vale la pena? me pregunté el resto de la tarde.
Tendré que buscar otro distribuidor.
El viernes, como en otras ocasiones, esperé a la hora de la comida para ir a Tepis -a esa hora hay pocos polis y muchos marchantes. Al entrar en la calle de Jesús Carranza vi varios tipos sospechosos a lo largo de la calle, ahí: nomás milando. Supuse que serían ratas. Nada nuevo, nada que me hiciera preocupar. Al entrar a la vecindad noté poco poblado el ambiente. Mala señal, pensé. Mi díler estaba solo. Otra mala señal. Me atendió como de costumbre, rápido, amablemente y bien servido. Pero me dijo:
-Aguas, mi cuate, el barrio anda medio cachondón -accionó su radio Motorola y preguntó:
-Puerta ¿cómo está todo allá afuera?
-Caliente.
Sentí un cubetazo de agua helada. Ya valió madres, pensé.
-¿Por dónde puede salir mi cliente?
-Qué salga por Aztecas, o por atrás.
-Mira -me dijo el díler- si entraste por Carranza ya te vieron y te van a esperar. Ahorita que salgas te vas por ese pasillo y cuando llegues al final agarras para la izquierda, por ahí sales.
Yo no entendí ni madres, además de que la sugerencia no me hizo sentir más seguro, por el contrario, la idea de adentrarme en las tripas de la vecindad me erizó los pelos. Y supongo que fue notorio, porque el díler añadió:
-No, es mucho pancho. Mejor vete por aquí derecho, hasta llegar a esa casa azul, ahí das un varo y te dejan pasar. Vas a salir por otro lado.
Di las gracias y salí, con los huevos en la garganta y mi despensa en los huevos. Caminé hasta la casa azul y no vi señal de por dónde tenía que entrar. Una chava me vió y me dijo: por aquí. Estiró la mano y yo puse un peso en ella. Frente a mí tuve un pasillo largo que terminaba en una puerta de reja. Al final, y tras la puerta me esperaba la parte trasera de un billar. Nadie me miró raro. Nadie se sorprendió de verme salir por allí. Crucé entre las mesas de billar y los escasos jugadores y alcancé la calle.
Supongo que nunca antes me pareció más siniestro el barrio. Me parecía ver policías en todos lados. De seguro me vieron salir, pensé. Me pusieron el dedo, pensé. Si yo sé de las salidas "secretas" de Tepito, seguro que la policía también las conoce. Paranóico seguí andando, tenía que comprar algo: un par de dvd's, algún pantalón o playera. No podía salir con las manos vacías. Muy sospechoso, me dije. Compré, por no dejar, un cinturón, Freddy VS Jason, League of extraordinary gentlemens, Requiem for a dream, y Reservoir dogs, en dvd pirata. Y supongo que estaba tan preocupado que no me fijé por dónde me metía. Hubo un momento en que ya no reconocí los pasillos y comencé a angustiarme. ¿Preguntar por dónde salía al centro? ¿En Tepito? ¿Demostrar que no conozco bien el barrio? Seguí andando, angustiado, con la esperanza de encontrar en algún momento una referencia que me permitiera salir de allí. Al no ver ninguna decidí seguir el flujo de la gente. Mientras no me aparte del flujo no pasa nada, me decía, nervioso, deteniendome a preguntar de cuando en cuando si alguien tenía la segunda temporada de Twin peaks. Caminé casi media hora y al fin distinguí una avenida por donde pasaban combis. Nunca antes me pareció tan amable la visión de una combi. Procurando verme no sospechoso subí a la primera que pasó, a dónde iba era lo de menos, lo de más era salir de allí. Ya en mi lugar me sentí seguro. Reparé de nuevo en el bulto que llevaba bajo el bulto entre mis piernas. ¿Vale la pena? me pregunté el resto de la tarde.
Tendré que buscar otro distribuidor.