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viernes, septiembre 22, 2006

Ghosts in the machine


A veces, en realidad en muy pocas ocasiones, me llega algún correo preguntándo si lo que aquí escribo es cierto. Mi primera reacción es la risa. Enseguida viene la preocupación. Ya ha habido ciertos malentendidos por algunos textos, y lo preocupante es que vienen de personas cercanas. La duda, me dicen, surge porque lo que aquí posteo no se parece a los cuentos que escribo (cercanos a lo fantástico, según yo), parece real -dicen-. Una amiga incluso me sugirió dejar de escribir sobre pornografía y otras cosas tan poco literarias. Cuida tu reputación, dijo. Naaah... me parece demasiada paranoia. ¿Subestimo el poder de blogger? Maybe. No hace mucho leí un artículo sobre la pérdida de la intimidad vía sitios como myspace y blogger. ¿Acaso la gente va por el supermercado contando sus hábitos sexuales a completos desconocidos?, se pregunta el autor. Bueno, pues en la red sucede eso. Living on line. ¿Que esto afecta nuestra forma de vida? ¿Que ha cambiado radicalmente nuestra forma de socializar? Tal vez. Y supongo inquietantes las consecuencias. Pero también me agrada pensar que entre la multitud de personas buscando ligue, o exponiendo sus vidas en aparadores virtuales -algunos de la forma más esquizofrenica posible (personalidades multiples, trolls, etc)- hay también seres ficticios que por momentos ganan en sustancia más que varios diarios personales. Tanto así que les brindamos rostro, nombre, y los imaginamos compartiendo las mismas calles que nosotros. Son algunos de nuestros fantasmas. Pienso en Kairo, la película de Kiyoshi Kurosawa, donde el internet y los medios de comunicación inalambricos han abierto un portal en el muro de contensión que separaba el mundo "real" del mundo habitado por los fantasmas, que gustosos se lanzan a tomar las vidas de esos seres solitarios y enajenados que prefieren vivir on line.
Qué bueno que sólo es una película.