Esa sensación de estar desayunando algo y descubrir, en pleno bocado, que se te ha desprendido la cerámica de tu muela...
Sacar una mención honorífica puede leerse como que casi ganaste, aunque también puede leerse -sobretodo si se trata de una
cuarta mención honorífica (¿en qué otro concurso dan cuatro menciones honoríficas?)- como que casi perdiste. De cualquier manera, como no, da muchísimo gusto la generosidad veracruzana.
La semana pasada descargué
Audacity, un software de código abierto para editar audio, y se ha convertido en mi nuevo juguete preferido. No sé desde cuando tenía la intención de hacer un podcast (supongo que desde los impares resultados de Radiocabeza, pseudo programa de radio transmitido por radio ESIME hace como 6 años), de hecho ya lo había intentado con resultados catastróficos, pero esta vez el resultado me gustó y en unos cuantos días estará aquí el primer podcast oficial de Héroes y canallas. Claro, uno de los factores que me ayudó a retomar la idea fue el podcast de
Jay, que por cierto va en el número 3, y a quien le mandamos un saludo de saltamontes (no, no es albur).
Tengo muchas ganas de ver a
The Dears, pero la idea de estar cinco horas en un indie fest con bandas que no me interesan, que anuncia a DJ Rulo como musicalizador, y que, puesto que el organizador es una tienda de ropa, estará lleno de escuincles que fueron porque les regalaron un ticket, no, en verdad que no... Better lucky next time.
Ayer encontré una joya en Tepito:
Una noche con Panero. DVD de un recital homenaje a
Leopoldo María Panero, que incluye desde el momento en que lo recogen del psiquiátrico de Las Palmas de Gran Canaria, escenas de los ensayos del concierto, entrevistas con los responsables (
Carlos Ann, Enrique Bunbury, José María Ponce y Bruno Galindo); también incluye el documental: un día con Panero. Genial cuando Carlos Ann recita unos versos de Panero y este, asombrado, le pregunta: ¿eso es algo tuyo? Precio: 10 varos. Valor: priceless.
Apropósito de Tepito, ignoro si en verdad ha disminuido el índice de criminalidad, lo cierto es que el barrio no luce mejor. Quizá porque antes los puestos fijo ocultaban el deterioro, pero ahora las montañas de basura son más visibles y grandes. Las vecindades en que se vendía droga, excepto el famoso 40, siguen cerradas al público general, ahora los bisnes se hacen en plena calle, a unos cuantos pasos de los policías -cuyo mayor mérito es traer puestos esos trajecitos bajo el sol de mediodía. Si antes el tufo a marihuana se percibía sólo dentro de las vecindades, ahora flota entre dvd's y ropa pirata; aunque efectivamente es más problemático conseguirla: con el pretexto de los operativos no sólo aumentó su precio, sino que ahora es más fácil que te roben, los dílers confiables huyeron, los que quedan son raterillos adictos al crack cuyo mérito del día es huir con los 50 pesos que les diste para que te consiguieran un toke.
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